Planificar es afrontar los problemas del presente con una perspectiva de futuro, y no dejar para el futuro lo de hoy, ni condicionar el futuro con una solución fruto de la inmediatez del presente. Esto implica prever cuáles son las tendencias, los procesos, y sobre esta base construir el escenario que nos parezca el más adecuado. Antes, la dinámica institucional y territorial era lenta, y la planificación tenía un tiempo de elaboración y de vigencia largo. Algunos de los planificadores, aún hoy, son prisioneros de aquellos tiempos. Planificar significa construir el futuro y hacerlo en una situación con una dinámica muy acelerada.

La relación entre el hoy y el futuro es un aspecto importante del planeamiento en un contexto de transformaciones aceleradas. Si los procesos de cambio son muy rápidos, la relación entre hoy y el futuro se convierte en un problema difícil. Lo más importante es que el planeamiento tenga una visión de futuro, sólo vale la pena planificar si, a través del plan, pensamos en construir un futuro mejor colectivamente. Aunque hoy esté muy cuestionado, para mí el interés colectivo es ideología y de él forman parte, por ejemplo, el estado del bienestar, la justicia social, la igualdad o la calidad del medio ambiente, que también a menudo se ponen en duda.

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